Editorial
Un adiós en la cumbre
En la vida siempre llegarán momentos en los cuáles hay que pensar, reflexionar y actuar. Y eso se hace en el momento adecuado, en el que menos nos afecte y en el que menos hagamos daño. He llegado a un punto en el que ya es hora de partir y de dar un nuevo paso en mi vida. Es una decisión que he razonado a conciencia después de haber cumplido una labor al servicio del ciclismo que me ha dejado como recompensa muchos sueños cumplidos durante 40 años de trayectoria en la dirigencia del deporte más exitoso del país.
Hace cuatro décadas era un gomoso de la bicicleta y un entusiasta en todo lo que tuviera que ver con la inmensa industria que compone el mundo del ciclismo: ciclistas, carreras, ligas, clubes, y por supuesto, las grandes carreras de la nación y el mundo como la Vuelta a Colombia, la Vuelta a España, el Giro de Italia, el Tour de Francia y los Campeonatos Mundiales.
A un gomoso, como se le suele llamar a las personas que fijan su pasión hacia una disciplina, se le pasan por la cabeza cientos de pensamientos, pero a mí siempre me rondó la idea y el objetivo de ser alguien en el ciclismo. Como muchos gomosos, fui un ciclista frustrado que buscó el camino de la dirigencia para compensar la frustración desde el punto de vista de la gestión y el servicio. Fue así como en 1980 empecé a abrir una senda. En primera medida ingresando al comercio de las bicicletas, especialmente de carreras. Ese mundo de negocios, comercialización y contactos me ayudó a descubrir una nueva actividad para los ciclistas de nuestro país: el ciclomontañismo.
En ese entonces el MTB, modalidad que hoy ha sacado a grandes estrellas del mundo de la ruta, era vista como una disciplina sin atractivo practicada con fervor en países como Canadá y Estados Unidos. Aun así decidí traerla y organizarla armando ciclopaseos, eventos y carreras. De ahí pasé a crear la Comisión Nacional para reglamentar la competitividad en el país, y de paso convencer al doctor Antonio Ambrosio, en aquella época presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo. No fue fácil, pero debido al orden, empeño y compromiso en los informes de cada evento, me gané una reputación y un reconocimiento con el que logré darle sentido a mi carrera como dirigente.
Y así avance, aun cuando la Federación padecía una de sus más impactantes debacles financieras. Poco me importó, pues solo pensaba en ser parte y darle prestigio a la entidad que rige los destinos del ciclismo colombiano. Fue entonces cuando entramos en acción con dirigentes de renombre para estabilizarla y salvarla. Incursioné en el ente rector junto a Ettore San Giovanni, Héctor Gutiérrez, Carlos Ariza, Jairo Gómez Domínguez y Antonio Ambrosio. Y desde ahí empezó verdaderamente toda esta gran transformación del ciclismo colombiano, sin desconocer que quien abrió el camino en los tiempos de ‘Cochise’, Niño, Pachón, Flórez, Lucho y Parra, fue Miguel Ángel Bermúdez, gestor de una generación que logró el Tour de L’Avenir con Alfonso Flórez, y empezó a brillar en Europa con triunfos sonoros en el Tour de Francia.
Esta gloriosa camada, que también abrió mi camino como dirigente, fue el primer paso para emprender la exitosa gestión en la que hoy se cuentan seis medallas olímpicas, títulos mundiales en todas las modalidades, Tour de L’Avenir (2014 y 2017), Giro de Italia Sub-23 (2019) y múltiples títulos continentales en todas las categorías y modalidades.
Esta generación que tuvimos la fortuna de cultivar y lanzar en algún momento de su carrera, empezó a avanzar de tal manera hasta convertirse en una referencia mundial con victorias relevantes en las grandes carreras hasta llegar a la conquista del Tour de Francia, la carrera con la connotación más especial para los amantes del ciclismo. Colombia siempre estuvo cerca, y aunque parecía esquivo creímos que un corredor del país se ganaría el Tour, el sueño por el que han trabajado con ilusión todos los integrantes del sector del ciclismo (ciclistas, patrocinadores, equipos, etc).
Este gran título vino de la mano – después de haber estado muy cerca con Nairo Quintana y Rigo Urán – con Egan Bernal, un joven portento nacido en el MTB que voló muy rápido hacia el éxito y nos dio la máxima distinción del deporte colombiano en su historia. Esto podría ser todo, pero también hay muchos éxitos que como dirigente me causan gran orgullo: la modernización de la Fedeciclismo, entrar por primera vez como dirigente a la UCI, organizar la primera 2.1 con gran imagen para el mundo de ciclismo, tener unas relaciones extraordinarias con el Comité Olímpico y los gobiernos nacionales; conseguir patrocinadores oficiales del ciclismo colombiano como Postobon, Sura, GW Shimano, Suarez y Totto, además de haber logrado una buena difusión del ciclismo con la gran prensa para convertirlo en tema recurrente.
En todo este tiempo invertí 40 años de mi vida siendo primer vicepresidente, gerente y dos veces presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo. Puedo decir que fui un hombre feliz en la labor de administrar el ciclismo. Seguramente nada es fácil y hubo bastantes incomodidades, pero era más la felicidad avanzando hacia adelante que los obstáculos humanos y materiales que se cruzaban constantemente.
He tomado la determinación, a partir del 31 de agosto, de retirarme definitivamente de la dirigencia del ciclismo colombiano. Habría que agradecerle a infinidad de personas, instituciones, patrocinadores y compañeros de este trajín, pero en primera línea de este agradecimiento exalto a las ligas del país, sus presidentes y comités que por más de 25 años me eligieron para llevar las riendas del ciclismo en los mejores momentos de su historia.
A nuestros funcionarios, grandes aliados de esta lucha exitosa, siempre leales, transparentes, éticos y profesionales; al comité ejecutivo, verdaderos amigos que siempre entendieron el mensaje que estar en la Federación implicaba grandes sacrificios y respondieron al trabajo tenaz de la entidad durante mi estadía como presidente; al Comité Olímpico, su presidente Baltazar Medina, su comité y demás funcionarios por la verdadera alianza estratégica del deporte asociado. Sin ellos no existirían las medallas y el gran progreso de este deporte.
Al gobierno nacional y a Coldeportes, hoy Ministerio, por ser el engranaje perfecto para que esta gran maquinaria del deporte nacional pueda funcionar de modo adecuado. Ese apoyo siempre fue constante y cada vez va in crescendo. Mi agradecimiento a todo el sector del ciclismo colombiano, creador de múltiples empleos y muchas empresas que caminan a la par de la Federación Colombiana de Ciclismo. Es el sector que más ha crecido en la economía del país y nos alegra haberle aportado en su desarrollo.
Al periodismo también le agradezco porque sus críticas, de cualquier forma que las hayan hecho, me ayudaron a construir el éxito de la Federación Colombiana de Ciclismo.
Por último, mi eterna gratitud a la razón de ser de todo lo que hacemos: nuestros ciclistas en todas las modalidades. Por ellos avanzamos, por ellos somos grandes, por ellos somos alguien, por ellos sufrimos, vibramos y hoy somos felices porque al fin llegó lo que absolutamente todos estábamos esperando: que un colombiano nos regalara un Tour de Francia. Y llegó gracias a las piernas de un superdotado, pero además con una mente brillante, unos sentimientos hermosos y de un agradecimiento especial en su momento máximo de gloria a la Federación Colombiana de Ciclismo.
Egan Bernal es el bálsamo moral para los colombianos en medio de un contexto social complicado por el que atraviesa nuestro país. Este hombre es verdaderamente la estampa que necesitamos a diario para ver que sí podemos ser algo distinto de lo que somos.
A él, en esta despedida, le manifiesto toda mi gratitud, porque el resto de mi vida recordaré lo que jamás recibí durante 40 años, un auténtico reconocimiento al entregarle a nuestra Federación y a nuestro ciclismo, la camiseta más preciada del ciclismo mundial: el Maillot Jaune del Tour de Francia.
Mi despedida, mi agradecimiento y mis sentimientos son para todos los ciclistas, porque de una u otra forma me hicieron feliz. Estando en la cumbre es donde les digo adiós. He cumplido un sueño, he cumplido una tarea y dejo un legado. He logrado vencer el poder, el éxito, la fama y el ego para poder irme y dedicarle ahora sí, mis últimos años a Jorge Ovidio González Longas.