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Ciclismo Femenino

«Tuve que ser fuerte en momentos difíciles, mi plus fue Antonella»: Sérika Gulumá

Sérika Gulumá unió su lazo de amor en medio de la victoria. Con Antonella en su vientre, la corredora nacida en Caquetá se consagró campeona panamericana de contrarreloj en Venezuela. En aquel 2016 glorioso, Sérika compitió con la certeza de ser madre pero con la duda de ser campeona, pues antes de viajar empezó a sentir cambios extraños en su cuerpo, sus sensaciones no eran las mejores. «Venía entrenando con Anita Sanabria y antes de la Clásica de Anapoima salimos a entrenar… no recuerdo que le pasó a mi bici y paré y me desmayé en plena calle, al rato reaccioné y pensé que tal vez se me había bajado el azúcar… raro. Nos fuimos para Anapoima y sentí que estaba andando bien y luego me convocaron para el Panamericano. A Anita le mandaron un plan de entrenamiento, yo normalmente entreno sola a sensaciones, pero le dije a Anita que la acompañaba. Me metía dos o tres minutos haciendo cronos y me iba para la casa aburrida», contó durante la charla en Instagram Live, realizada por la cuenta oficial @fedeciclismocolombia.

«Todo el tiempo tenía sueño y le decía Anita: ¡a qué voy por allá! Empecé a cogerle fastidio a la comida, solo quería tomar sopas y ensaladas. Un día antes de viajar al Panamericano, me dio por ir a la droguería a comprar una prueba de embarazo y como las anteriores habían sido negativas no tenía dudas, pero me salieron las dos rayitas. Le conté solo a mi hermana Wendy y me dijo que me comprara otra pero no era capaz de orinar. Ya en la noche me la pude hacer y volvió y salió. Ahí dije: ¡no voy a ir al Panamericano! A lo último fui» recuerda.

«Cuando llegó la hora de correr la crono, dije: ‘Diosito estoy en embarazo, o no’. No me tomé ningún gel y di lo mejor de mí. Cuando llegué me dijeron que habíamos hecho 1-2, y claro, pensé: ¡ganó Ana! Y resulta que había ganado yo. Al otro día me dijeron: ¡sí, usted está en embarazo!», cuenta. «Hice la ruta forcé un rato, pero de solo pensar que estaba en embarazo el cuerpo no me daba, y me quedé. En una parte Camila (Valbuena) me decía: ¡vamos, Seri! Pero no. Cuando llegué a Colombia fui para ver (al médico) y tenía dos meses, solo lloraba, uno no está preparado para eso, no lo tenía en mis planes, no me veía en embarazo. Luego le conté a mis papás y tenía nervios, porque te ven como la deportista, el ejemplo. Decía: ‘¡y ahora qué voy a hacer!’ Le dio más duro a mi mamá, se puso a llorar y mi papá dijo: ‘ya era hora’ ¿no?», recuerda sonriente la corredora que representa con orgullo a Boyacá, la tierra que le abrió las puertas al profesionalismo y la que acogió a su familia después de superar varias etapas, entre ellas, haber sufrido la violencia de grupos armados en Puerto Rico, Caquetá.

«Nací en Caquetá a los tres años, pero por cosas de la guerrilla nos tocó irnos para el Quindío para dónde la familia de mi madre. Nos fuimos sin nada porque estaba muy feo ese tiempo. En el Quindío nos radicamos y empezamos a entrenar y me quedé allá hasta los 18 años, y desde ahí me vine a vivir a Boyacá. La mayor parte de mi carrera la he hecho acá, en Quindío fueron mis primeros pasos con un entrenador que se llama Adolfo Buriticá, es un gran entrenador. Cuando llegué a Boyacá ya exploté en lo deportivo», aseguró Sérika, referente del ciclismo nacional en la última década y una de las pioneras del país en el mundo del ciclismo europeo.

«Todo ha sido una trayectoria larga y dura que empezó en la prejuvenil, juvenil y élite. Para mí fue duro pasar a esa categoría, estaba acostumbrada a ganar y me dio un ‘totazo’ duro, me tocó acostumbrarme para poder ver el podio», afirmó la múltiple campeona del Tour Femenino e integrante de la selección Colombia en distintos eventos internacionales, entre ellos los campeonatos mundiales de ruta Ponferrada (España) 2014 y Richmond (USA) 2015.

«salir con una selección es una hermosura, es lo mejor. Por mí que me llamaran todos los años, son experiencias buenas por la logística, uno comparte con los World Tour que tanto admira, la mayoría so sencillos, les gusta compartir con uno. Yo corrí en España y quedé en el Top-20 de la crono y para mi equipo era muy bueno (Vaiano Fondriest en ese entonces). Le había ganado a la campeona nacional de Italia. En ese mismo Mundial hice la ruta con Jessenia Meneses. Nos fue bien a pesar de que esos mundiales son muy duros, los recorridos son muy exigentes y quedamos contentas», recuerda quien fuera una de las pioneras del ciclismo femenino de Colombia en Europa.

«Lo disfrutaba al máximo, no tenía bebé y lo disfrutaba así estuviera lejos de casa. El mecánico era muy buena persona, con su esposa me acogieron como su hija, el equipo tenía una casa para las deportistas extranjeras, una vivía en Polonia y otra en Lituania, ellas viajaban 10 días y yo quedaba sola. Ellos en la noche me invitaban a cenar, con Jessica (Parra) nos volvimos muy amigas, incluso en carreras. Jessica corrió el primer Giro Rosa y casi todos los días llegaba llorando por lo duro que es correr allá y le decía que ánimo que aún estaba joven».

«Ahora que soy madre, creo que soy una mamá intensa, yo quiero tener a mi hija en una burbuja, cuando me voy a las carreras, me daba muy duro porque Antonella estaba pequeña, yo le daba pecho. Llamo a mi hija las veces que pueda, yo sé que con mi mamá está mejor que con nadie, entreno juiciosa, trato de hacer las cosas bien, mi mamá es la que me cuida la niña cuando no estoy, la que me tiene el almuerzo cuando llego de entrenar, mi hija es mi prioridad siempre».

Antonella le dio un vuelco completo a su existencia, incluso le dio la energía para montar un spa de uñas que lleva su inconfundible apellido. «Ahora por la pandemia nos ha dado duro, pero con el negocio gracias a Dios no ha ido muy bien, hasta la hora que tocó cerrarlo, apenas llevábamos un mes y medio. Tenemos trabajadoras capacitadas y lo más bonito es que son mamás, todas trabajamos por el mismo camino, queriendo superarnos», dijo Gulumá, recuperada de una fuerte lesión en la cadera tras sufrir una caída en el circuito de los Juegos Nacionales disputados en Cartagena, al final de la temporada pasada.

«Fue muy dura esa caída, incluso cuando salí del hospital al hotel a mis compañeras les tocaba a ayudarme a vestir, a pararme, Paola Mancipe y Lorena Colmenares me ayudaron en ese proceso, luego llegó llegaron mi mamá, Anderson (Bonilla, su actual pareja) y la niña. Duré casi un mes sin hacer bicicleta, parecía una viejita», expresó la corredora que ahora, en medio de la crisis del Covid-19, espera por un futuro en la presente temporada.

«El equipo Boyacá ya estaba haciendo papeles para los contratos, pero con lo que pasó hay muchos equipos que se están acabando, pues no tienen cómo apoyar a los ciclistas. Uno los comprende pero también deberían comprender a nosotros los deportistas que vivimos de esto».

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